lunes, 2 de febrero de 2009

Un paso para el fin


Por Manuel Martínez Opazo* / La Nación Desde fuera del poder Son las 16 horas del domingo tercero del mes. Mucho movimiento en el barrio, cómo no, si estoy en el sector del Forestal y los domingos son concurridos. Camino por el barrio y al pasar por el café de una amiga me encuentro que está cerrado. No comprendo y hasta me limito a pensar que cómo alguien puede darse el lujo de cerrar en el mes que más público tiene la zona. No obstante, observo con detención la reja del local y veo que hay un ramo de flores con un encintado negro. Me detengo con cierta inquietud y logró ver que adentro hay un hermoso arreglo floral rosado sobre una mesa en cuya superficie leo un texto dedicado a mi amiga que se corona con las siglas QEPD. No me convenzo... Mi amiga de varios años, con quien incluso en un momento planeé crear una sociedad, se ha ido. Luego de pensar muchas cosas, me dirijo donde Claudia, la dueña del café próximo, quien de primera no me cree lo que acabo de saber. Consulta con un vecino, que le cuenta que nuestra amiga habría puesto fin a sus días ese fin de semana. Un silencio nos cruza, no entiendo, me atraviesa un hielo por la espalda, creo que la información que estoy recibiendo no es real, sólo escucho frases cortadas y pienso en los muchos momentos en que nos topamos, las buenas conversas y discusiones que hasta nos distanciaron, aunque nunca dejamos de querernos. Ella tenía su carácter, sí, y algo fuerte, aunque yo no me quedo nunca atrás. Trato de ver qué puede significar todo esto, despertar en otro instante, con preguntas que no tendrán respuesta y con muchas conjeturas. A los que detienen su existir abruptamente, para dar paso a la penumbra al fin, no se les puede buscar esos porqués que sólo nos nacen pues estamos vivos. Alguien estará pensando en la cobardía del que salta al vacío o en la valentía de su determinación, pero yo prefiero que los calificativos nazcan para otro tipo de acontecimientos. Creo profundamente en la vida, pero de la misma forma como la defiendo, también respeto el genuino derecho de morir y darse un fin cuando en libertad uno lo determine. Estoy claro que el legítimo derecho a vivir está consagrado en la Carta de Derechos Humanos y en las constituciones de prácticamente todos los estados, que defienden este principio básico de una sociedad. Pero si entiendo la libertad por sobre mis convicciones metafísicas, las cuales no me deben limitar, he de comprender que también debe ser legítimo el derecho a no desear querer seguir. Sabemos que nadie se levanta pensando en exterminarse, aunque no sabemos en qué momento a alguien se le gatilla la determinación. Si ordenásemos mejor nuestra existencia y viésemos que detrás de la tormenta viene la calma, y que si las nubes estériles nos privan de ver las estrellas es sólo por el instante que dura el paso de las nubes, entenderíamos que todo fluye, que podemos buscar una solución al conflicto que nos eclipsa. Es cierto que la vida es muy compleja. No me lo van a decir a mí, que andando por los caminos que he recorrido ya llevo tres amigos que se han decidido marchar en forma distinta de los que se van por una causa "natural". Entiendo que la vida es tan hermosa. Yo soy de los que tratan de escuchar una flor, me detengo a oír el canto de la gota de rocío o siento a la distancia el aliento de la nube que surca mi cielo. Por lo mismo, no me trato de explicar mucho por qué es de tal o cual forma la vida. Sólo vivo, sin inquietarme mucho, sin ahogarme en interrogantes que no serán respondidas por nada y por nadie. Estoy convencido de que si dejamos que las cosas fluyan, en forma tranquila y sin tantas vueltas, llegará el día de entender lo que hoy nos cuesta comprender, producto del cansancio, del agobio, de no aceptar que la muerte danzó con nuestra amiga y que ella aceptó el baile con la parca hasta la eternidad. De esta extraña forma de enfrentar una arista distinta de la vida también debemos saber observar. Muchas veces miramos, pero no vemos; escuchamos, pero no oímos; hablamos, pero no damos coherencia a nuestras oraciones. Se puede ver debajo del agua, por medio de un haz de luz, por medio de tus ojos oírte con el solo hecho de sentir tu aliento, no hay que estar tan capacitado, sólo dejarnos sentir. Siempre el momento y el tiempo se confabulan, no somos culpables de las partidas. Nunca fue por haber llegado tarde, mas tu decisión era y se tenía que concretar, no busquemos los porqués, mucho menos rasguñemos las piedras, ya que jamás encontraremos respuestas. Detener con violencia nuestra vida ha de responder a muchos factores. ¿Cuáles? No sé, no los comprendo, y de verdad no deseo preguntármelos. Sólo me queda desearte que si esto te dio plenitud y felicidad, espero que descanses en paz.

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