viernes, 18 de septiembre de 2009

La ligereza del tratamiento de la información en los temas de infancia


Los periodistas y medios de comunicación social, como agentes socializadores e influyentes en la formación de conductas, creencias y opinión pública, han descuidado el importante rol que juegan en el desarrollo y tratamiento de temas relacionados con el abuso e irrespeto de los derechos de la infancia, inmersos en una lógica de mercado que exacerba el morbo y sensacionalismo. Hoy, es común ver en prensa, radio y televisión la presencia de niños, niñas y jóvenes en noticias de corte policial y/o aquellas que denotan un significado negativo, convirtiéndolos en objetos de la agenda informativa y olvidando su condición de sujetos de derecho. Así se va estigmatizando su imagen al presentarlos como protagonistas de una realidad que no han elegido, sino que es consecuencia del tratamiento ligero de la prensa y del inadecuado uso de un lenguaje peyorativo, que no hace más que descontextualizar el origen del problema. De esta manera, conceptos como “prostitución infantil” se plasman en titulares que, desde una óptica simplista y poco criteriosa, teatralizan la importancia del tema publicado. Su uso recurrente sólo logra menoscabar la condición de los afectados, haciéndolos sentir merecedores –incluso culpables- de la situación que les tocó vivir. Los niños/as no se prostituyen, sino que son abusados por adultos que se aprovechan de su vulnerabilidad. Por tanto, el tema debiera centrarse en denunciar casos de explotación sexual comercial y no insistir en reducir la gravedad de este problema que afecta al conjunto de nuestra sociedad con el apelativo poco afortunado de prostitución infantil. Lo mismo ocurre al llamarlos “menores”, término que generalmente se aplica porque no han alcanzado la mayoría de edad legal, o adolescentes (que adolecen de criterio), pero que semánticamente son apelaciones negativas, ya que los aminora en su condición de personas. En Chile existe inconsecuencia respecto de esto, debido a que instituciones como el SENAME (Servicio Nacional de Menores) y la Ley de Menores con objetivos pro infancia, cargan en sus nombres con una discriminación o detrimento para quienes son sus directos favorecidos. Estas situaciones son comunes en los medios de comunicación porque generan y entregan constantemente noticias con poca profundización, siguiendo la dinámica del “mientras antes mejor”, buscando el impacto en el público y descuidando el tratamiento de los contenidos, el cual debería tener una perspectiva más compleja y reflexiva, considerando su influencia en la creación de opinión pública, y particularmente la responsabilidad ética, deontológica y social que les cabe como mediadores de los derechos a la comunicación del conjunto de ciudadanos y ciudadanas sin exclusión como garantías constitucionales. El tratamiento de la información parte por una adecuada formación de los profesionales de las comunicaciones. Aunque suene irrisorio, ya en las escuelas de periodismo se enseña a los estudiantes que un hecho no es noticia si no tiene elementos de alto impacto en su publicación, es decir, un titular sensacionalista, cierto número de muertos, trágicos accidentes y, por supuesto, sexo y violencia. ¡Qué aplicados y éticos profesionales salieron de esas aulas! Entonces, si se parte de esta base un poco coja, qué puede esperarse del actual sistema de comunicación nacional, que en su frenética carrera por vender más diarios u obtener más puntos de rating publican noticias a presión que den bombazos informativos. Ante tan reprochable escenario, vale la pena destacar iniciativas como las de organizaciones que apoyan los derechos de la infancia y que promueven realizar un manejo más acabado de la información relacionada con ese mayoritario grupo de ciudadanos, a fin de permitir la inclusión de niños, niñas y jovenes en una sociedad que los considere como sujetos de acción y derecho, y en donde los medios de comunicación respeten y presten la real importancia a su transitoria condición al exponerlos públicamente. Por Chantal Aguilar Santelices Daniela Sáez Harrington (Revista Ekún-ONG Paicabí)

1 comentario:

SAD dijo...

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