lunes, 16 de marzo de 2009

¿Hablemos de Aborto?

El ingreso en la arena electoral de algunas opiniones sobre aborto terapéutico señala con penosa claridad cómo se degrada a tema político lo que es un severo problema en salud pública y un dilema insoluto en la esfera personal de muchísimas personas. La vaguedad con que se hace referencia al aborto indica una falta de sensibilidad ante un conflicto que permea verticalmente toda época histórica y horizontalmente las más diversas sociedades y culturas. Decir que el tema merece discusión “como corresponde” es un lugar común dirigido a todos, a los pro vida dándoles la tranquilidad que solo de discusión se trata, a los pro elección para otorgarles la expectativa que al menos habrá debate.

El aborto ha sido definido como un tema valórico, que por cierto lo es como muchas otras materias. Crear leyes de fomento a la cultura es valórico, como lo es destinar recursos a un centro deportivo o legislar sobre educación. Y precisamente por ser valórico, ha de ser debatido en amplitud y apertura a respuestas y decisiones diversas y equivalentes. Lo más reñido con una sociedad plural y tolerante es imponer normas y prohibiciones que obedecen a ciertos valores que no son universalmente compartidos. Contrariamente a lo que se nos dice, lo “valórico” debiera desencadenar el debate respetuoso y de ningún modo clausurarse en torno a un valor determinado.

Por lo demás, lo que eventualmente se pondría sobre la mesa de debate es el aborto terapéutico, donde el tema es una indicación médica que hace peligroso continuar con el embarazo. Es obvio que los riesgos para la estabilidad de la mujer incluyen los embarazos producidos por violación o incesto, así como el albergar un embrión cuyas malformaciones limitan o descartan su viabilidad. No hay en la indicación terapéutica concesión a un aborto procurado por libre elección, motivo por el cual casi ninguna legislación ha prohibido la interrupción de un embarazo por motivos médicos.

Ha de concederse que la indicación podría prestarse para una variedad de interpretaciones lo cual, para los opositores, abriría la puerta hacia el abuso. Para quienes lo apoyan, rechazar el aborto terapéutico sería una floja disculpa para negar lo legítimo so pretexto que no se puede normar por temor a los excesos. Recurriendo al socorrido argumento de la pendiente resbaladiza no se autoriza lo razonable por temor a los abusos. Si se legalizara la marihuana, para lo cual puede haber buenos y razonables motivos, se desencadenaría una progresiva permisión que remataría en un desborde sin freno ni control en el uso de drogas adictivas. Se prefiere sacrificar el argumento razonable inicial en vez de diseñar controles para evitar estos excesos.

En el caso del aborto terapéutico, el argumento de la prohibición hermética del aborto para evitar los abusos presenta dos falacias. Primero, que permitir el aborto terapéutico no significa aceptar una postura moral sino una necesidad médica, como el nombre lo indica. Segundo, que de llegar a liberalizarse las indicaciones de aborto no caeríamos en un terreno de inmoralidad reconocida, sino que en una práctica que para muchos ciudadanos corresponde al ejercicio legítimo de la autonomía en cuestiones personales, además de eliminar las complicaciones y los costos del aborto clandestino.

Tener que ganar favores electorales declarando que se podría iniciar el debate sobre “temas valóricos” no hace otra cosa que mostrar la pobreza de nuestra deliberación cívica, que no solo ha sido sometida a restricciones, sino que ha de obtener autorizaciones extraordinarias para debatir problemas de primera importancia.

Miguel Kottow , es Médico de la U. de Chile, especializado en Oftalmología.
Doctor en Medicina Universidad de Bonn, Alemania; Médico Cirujano Estado de Illinois, USA; y Magíster en Sociología Universidad de Hagen, Alemania.

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