martes, 8 de enero de 2008

Nuestro Pecado capital: la soberbia profesional.


Hace mucho tiempo me viene rondando una idea, y es en lo “chica” que me queda la profesión en la medida que voy incorporándome a trabajos que implican situaciones de mayor complejidad. Luego pensaba, si acaso tendría que pasarme la vida iniciando estudios de pregrado en nuevas disciplinas, para poder encontrar respuestas adecuadas y mejorar las intervenciones sociales.
Mientras le daba vueltas a estos “ser o no ser”, se me dio la posibilidad de participar justamente en una capacitación que abordaba desde lo teórico – práctico algunos elementos para mejorar la calidad de las intervenciones en lo social. Lo que más valoré, fue la posibilidad de acceder a un espacio que es escaso en este tipo de áreas - a menos que te pagues un diplomado y un magíster - y la satisfacción de ver que se estaban instalando temáticas que hace mucho tiempo vienen haciendo ruidos en los diversos equipos de trabajo de quienes nos enfrentamos diariamente a la cuestión de cómo “hacer” mejor las cosas, en ese interés genuino por construir un mejor país.
Y ahí estaba yo, pensando que por fin todo los colegas que batallamos en ésta cancha, estaríamos expectantes y sedientos de aprender, reflexionar, cuestionar y proponer. De actualizar conocimientos, intercambiar opiniones, levantar modelos de intervención que funcionen y no seguir repitiendo modelos que lo único que aportan son frustraciones, y una sobreintervención que las personas no se merecen.
Pero no. De repente, me sentí asistiendo a una reunión de la vieja escuela de docentes que aún se resisten y discuten el tema de la evaluación, solo faltándome escuchar de que los niños tienen la culpa, y de que estamos sobrecargados de pega.
Es cierto. Nuestro contexto no es fácil. Desde lo laboral no hay seguridad social, valoración profesional, mejores sueldos, facilidades y/o subvenciones para capacitarnos. Pero a pesar de eso, hay una responsabilidad a la que debemos saber cómo responder, nos guste o no. Si eso implica estudiar, habrá que buscar la forma, y aprovechar los espacios en que eso se facilite.
Los comentarios que de refilón escuché fue: “yo de esto, no tengo expectativas”, “son desorganizados”, “¿qué hora es?”, “¿y cuando vamos a hablar de lo que tenemos que hacer?”... entonces, sinceramente, sentí ganas de llorar.
Resulta que ahora todos tienen modelos de intervención infalibles, son expertos en un programa que ha empezado hace apenas cuatro meses, y no necesitan más capacitaciones “obligatorias”. Entonces pensaba, “vaya, las estadísticas deben estar mal, y con este nivel de experticia, eficiencia y sabiduría, nuestros niños y niñas prontamente debieran dejar el lado oscuro de la pobreza, los jóvenes dejar la droga, y desaparecer todo tipo de vulneración de derecho”. Otros un poquito más concientes, le echaban la culpa al sistema, y el conformismo se acomodaba en sus caras. A hacer lo que se puede hacer.
Cuando las familias, los niños, los jóvenes se acercan a nosotros, cuando nos confían sus vidas, no lo hacen pensando en lo poco que podemos hacer, o si el sistema es lo que es. El que las cosas se mantengan, tienen mucha relación en la efectividad de nuestras intervenciones, y cuán preparados estamos o no lo estamos para apoyar un proceso largo, desgastante y complejo. Y si no somos capaces de evaluarnos, reconocer nuestras debilidades, difícilmente podremos ser un mejor aporte.
El otro día revisaba el informe de un niño de 6 años con cuatro intervenciones psicosociales en el cuerpo. Me sentí directamente interpelada. ¿Qué pasó con él todo este tiempo?, ¿ que se hizo o se dejó de hacer que aún su situación psicosocial es grave?...

Hoy día, al oir a mis colegas, me acordé de ese niño.


Carla Valdés S. Asistente Social. Diplomado Políticas Sociales: Desarrollo y Pobreza.

lunes, 7 de enero de 2008

Crecimiento económico, sus factores, IDH e Ingreso Per cápita

El crecimiento económico hoy, es una de las metas de todos los países, y en este marco implica un incremento de los ingresos, y en teoría, de la forma de vida de los individuos de una sociedad. Este crecimiento económico se traduciría en el aumento de la cantidad de bienes, la renta o el valor de bienes y servicios producidos por una economía, el cual se mide a través de porcentaje de aumento del Producto Interno Bruto (PIB)
Este crecimiento de tipo económico se ha considerado deseable, en el entendido que habría una relación entre la cantidad de bienes materiales disponibles y la mejora del nivel vida de las personas. Dado que también se mide el aumento en los bienes que produce una economía, esto se relaciona con lo que se gasta, y la causa no necesariamente así conducida es deseable, porque no todo lo que se gasta es renovable, como lo son en el ámbito de materias primas o reservas geológicas.
En cuanto a los factores o causas que explican el crecimiento económico, el modelo de Solow (neoclásico) predecía la convergencia hacia un estado continuo, en el cual todo crecimiento per cápita surgiría del progreso tecnológico. Señala que partiendo de igual factor en relación a instituciones (gobiernos y banco central), funciones producción añadidas y medidas de ahorro, todos los países tenderían a converger hacia el mismo estado continuo. Tomando en cuenta que no todos los países tienen similares características, estos no necesariamente tenderán a converger.
En este modelo, el crecimiento sería exógeno, relacionado con la Productividad global, por tanto decreciente de factores de producción individuales, a diferencia de la teoría del crecimiento endógeno que trata de interiorizar sus causas como aumento del capital humano (educación) o del cambio tecnológico.
A partir de los 80, Romer, seguido por aportes de Lucas, cuestionaron la explicación neoclásica, ante el fracaso de la hipótesis de convergencia, y ante el desempeño eficiente de los países asiáticos, que no solo crecían a tasas sostenidas, sino que sustentaban su crecimiento en sustantivas ganancias en su productividad. Por otra parte, estaba la paradoja de una fuerte intervención del gobierno.
Los nuevos modelos de crecimiento enfatizan como factores importantes aspectos como el capital humano, apertura al comercio internacional, la ausencia de distorsiones, la estabilidad política y social, investigación y desarrollo en tecnologías, patentes, eficiencia de de la inversión, mayor información y transparencia, menor poder de los grupos de presión, mayor aprovechamiento de los recursos naturales y mayor felixibilidad laboral. El mejoramiento de los indiciadores, a la luz de estos factores, debiera llevar – en términos teóricos – a un alza en los estándares de vida de la población, a través del aumento del ingreso per cápita, pero seguir pensando que ésta relación es directamente correlativa, es obviar en el caso chileno, el complejo problema de la distribución.
Cabe considerar que el intento de promover el crecimiento económico por encima de cualquier otra consideración es un síntoma de lo que se conoce como productivismo, y no necesariamente habla de un desarrollo como bienestar integral. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) complementa la mirada, basándose en un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros, influidos ciertamente por el per cápita, pero de relación imperfecta:

· Esperanza de vida al nacer

· Educación (medida por la tasa de alfabetización de adultas y la tasa bruta combinada de matrícula en educación primaria, secuandaria y terciaria.

· Nivel de vida digno (medido por el PIB per cápita en USD)

El IDH busca medir dichas variables a través de un índice compuesto, por medio de indicadores que se relacionan en los tres aspectos mencionados en forma sinóptica, generando un ranking de países. De ello es posible desprender diferencias positivas, es decir, en que muestra países que han hecho un buen trabajo en términos de Desarrollo humano, relativos a su posición en el ranking de PIB. Por otra parte, las diferencias negativas, en el cual el país lo ha hecho peor en desarrollo humano relativo a su posición en el ranking del PIB.
Los resultados del IDH, ponen en jaque los esfuerzos de los gobiernos por elevar los niveles de vida de sus ciudadanos, y obligan a mirar su propio desempeño en términos de políticas públicas en los social y económico, a pesar que en términos numéricos netos, el per cápita pareciera optimista.
Es posible concluir en base a lo recientemente expuesto que los modelos economicos muchas veces no se complementan con factores humanos que no son precisamente cuantificables bajo los mismo parametros. Existen muchas variables que juegan en la carrera del desarrollo o subdesarrollo de variables.
Por esta misma razón es necesario conjugar los modelos y lograr así información más fidedigna y real de las situaciones de los paises del mundo, que interactuan en la economia globalizada.
El IDH es un ejemplo de condiciones no economicas que deben analizarse al momento de evaluar el nivel de vida de pais, y valorar la efectividad de las políticas orientadas al desarrollo económico. Está demostrado que el pib o indice percapita no grafican realmente la situacion del pais.
Las economias actuales estan orientadas a lograr un equilibrio en terminos de calidad de vida y equidad, enfatizando el desarrollo sustentable como un pilar fundamental del bienestar integral (social, económico y ambiental)

Carla Valdé S; Asistente Social.

domingo, 6 de enero de 2008

Trabajar la Pobreza con calidad

No sería raro que usted haya escuchado eso de que los pobres, ya que nada tienen, cualquier cosa les sirve de ayuda.
De hecho, superar la pobreza ha sido una meta no sólo de muchos gobiernos, sino de la sociedad en su conjunto. Sin lugar a dudas, en los últimos 20 años esa tarea ha sido parcialmente exitosa si pensamos que la pobreza en Chile se ha reducido de 45 a 18,8%.
También es verdad que, es muy probable que el equipo de Mideplan consiga para noviembre una mejor forma de medirla, poniendo al día una deuda pendiente importante, ya que muchas familias, sobre todo urbanas superan con facilidad los 480 puntos de la CAS, no significando por ello que han “están por encima de los niveles de pobreza”. Lo anterior es clave, ya que la ficha CAS, se usa como puerta de entrada de casi todos los beneficios sociales de las políticas públicas.
A esta medición problemática se agrega uno de los mayores desafíos de este tiempo: bajar la pobreza dura, esa cifra persistente que se resiste al descenso desde hace décadas.
Que una familia de La Pintana, de San Gregorio, de Coihueco, de la Araucanía, de Caleta Tumbes, consiga traspasar en forma permanente su precaria situación es una muy difícil y compleja tarea. Para qué decir de la posibilidad que un barrio entero como La Legua, o el Volcán consiga mejores niveles de desarrollo social.
Si a eso se le agrega que allí difícilmente hay expertos, ya que esas comunidades tienen municipios con escasos recursos, organizaciones sociales que funcionan con mucho esfuerzo voluntario pero sin mayor planificación, es como tener pacientes en la UTI y no componer la red de salud para hacer de ese espacio un lugar privilegiado de apoyo.
Por si eso fuese poco, las políticas al ser focalizadas, al ir en pos de los casos más extremos, dejan desamparados a familias y grupos sociales, en cuanto ellas muestran síntomas de un éxito efímero. ¿Sabe usted qué pasará con las 5.000 mejores familias del Chile solidario? ....quedarán por su cuenta, por ser emprendedoras. El apoyo vendrá cuando vuelvan a caer en los brazos ingratos de la extrema pobreza. Diversos estudios han mostrado que del 72% de las familias que por acciones solidarias de organizaciones sociales o políticas públicas logran acceder a un trozo de movilidad social, 58% de ellas en menos de dos años empeoran sus condiciones, retornando en un 35% a niveles aún más críticos que los iniciales. Para ellos, la movilidad social en el Chile de hoy no sólo es difícil sino altamente inestable.
De allí que una cosa aparece con carácter de urgente. Hay que evaluar lo que se está haciendo. Y si bien esa tarea se realiza en programas de gobierno o de algunas organizaciones. ¿qué pasa con los casi 4.000 programas sociales que funcionan en Santiago atendiendo la pobreza y que dependen de diversas organizaciones sociales de la sociedad civil?
Hay algo que no estamos haciendo bien: ¿Sabía usted que un 78% de los reos rematados en Colina dos, tienen en su vida más de 27 años de diversas intervenciones sociales que no dieron resultados? ¿Qué de los 200 barrios propuestos por el Ministerio de vivienda para demoler, por mal pensados y peor ejecutados, 90% de ellos son zonas de pobreza extrema? ¿que del 89% de los ancianos pobres, la “mejor solución” proporcionada y que es accesible sólo al 50% de ellos es un “hogar de ancianos” con veinte camas por pieza y con un día enteramente programado para ellos, o un subsidio que les permite habitar en una casa de 20 metros, donde la mayoría no sale después de las ocho por miedo a sus vecinos? ¿qué dos de cada cuatro niños pobres que son golpeados o abusados por sus familias tendrán como destino deambular ocho años o más por distintos programas de muy diversa índole? ¿qué pueden ir de una situación crítica, a un programa crítico por la noche y en el día a una escuela crítica? .... por cierto, no es lo que deseamos para nuestros hijos.
Por lo tanto, no se trata sólo de allegar recursos, sino de cualificar lo que se realiza en cada uno de estos programas.
Si queremos combatir la desigualdad desde su raíz la tarea es clara: hay que trabajar la pobreza con
calidad.
Teresa Matus
(Trabajadora Social, Docente PUCV, Dra. Sociologia)

La mujer Cancha

(Paula Serrano; Psicóloga)

Las mujeres mamás y esposas son como los árbitros. Son de los jugadores y su juego y sus reglas. Son cancha.
No se pertenecen. Son cancha.
No tienen propiedad privada; sus maridos si la tienen. El computador, el pendrive, el auto de la mamá son de todos. Los equivalentes del papá son de ellos.
El dinero de mamá es dilapilable y se puede pedir cuántas veces se pueda. No importa que diga que no, porque no hay vergüenza unida a la petición de lo que sea a mamá. El dinero de papá, que generalmente es más en cantidad, es mucho más valorado, escaso, necesitado de ahorro y cuidado y sobre todo es difícil de pedir.
Cuenta una mamá que su hijo, que vive ya fuera de la casa, le pidió su auto un viernes para una fiesta fuera de santiago. Lo recibió de vuelta el lunes, sin explicaciones, sin vergüenza, así como así. Total la mamá y sus cosas son cancha.
Cuenta una madre separada que le sugirió al padre de sus hijos que les comprara zapatillas el fin de semana que saldrían con él. Los niños volvieron sin zapatillas y con explicaciones vagas. Ella llamó al papá y reclamó. El padre había llevado a los niños y ellos le dijeron que no necesitaban zapatillas, en realidad no necesitaban nada.
Pero no son sólo los hijos que asemejan a sus madres a los árbitros. También los hacen sus maridos. Su tiempo es suyo, sagrado. El tiempo de ellas es de ambos. La familia del marido es de ambos, hay que convidar a mamá a pasar vacaciones, hay que pasearla, acompañarla. Lo hace ella, muchas veces, porque ellas es cancha y la familia del marido es también su obligación. La familia suya es suya. Cuando los domingos van a almorzar donde los suegros de ella, él duerme siesta… ella conversa con los suegros. Cuando van a la casa de los padres de ella, él duerme siesta porque su propia suegra lo acomoda para que descanse. Ella les conversa a sus padres como ayer a sus suegros, mientras él despierta.
Los amigos de trabajo y las obligaciones sociales que se desprenden de la vida laboral del marido forman parte de las obligaciones de la esposa, no así al revés. En muchos países, las jefas de Estado pueden excluir a su maridos del protocolo. No es así cuando el jefe de Estado es un hombre; hay múltiples obligaciones del cargo que ella debe asumir, a veces por tradición, por norma y hasta por ley. Las mujeres no “jugamos fútbol”, pero somos las mejores árbitros del mundo. Sólo porque somos un pasto ancho, verde y acogedor que les pertenece más a otros que a nosotras mismas.
Grave.